Japón 2016


Viaje de 17 días realizado en Agosto de 2016. 2 personas.

Tomando como base la ciudad milenaria de Kyoto, los 4 primeros días de viaje los pasamos visitando los inumerables templos de esta ciudad y de las vecinas Nara e Inari. Viajamos al sur, haciendo paradas en Okayama e Hiroshima, solo dos días antes del aniversario de la tragedia acontecida en 1945 con el lanzamiento de la primera bomba nuclear sobre esta ciudad, hasta la isla de Miyajima, con su famoso Torii rojo sobre el mar.

Tomamos rumbo norte en dirección a las montañas para recorrer parte de la ruta del Nakasendo, y visitar Takayama y el hermoso pueblo de Shirakawago. Tras un día en Hakone para ver el Monte Fuji, llegamos a Tokio, una ciudad única en el mundo, desde donde haremos excursiones a Kamakura, Yokohama y Nikko.

¿Quién es quién?


Jorge                               Ángela

31 de Julio: Por fin en Japón!

Después de unas 24h entre vuelos, trasbordos y cambios horarios, llegamos a las 7.20h al aeropuerto de Osaka.

Tras cambiar algo de dinero, nos disponemos a comprar los billetes de tren para Kyoto, y aquí nos encontramos con dos de las principales pegas que nos vamos a encontrar durante nuestro viaje por Japón: la imposibilidad de pagar con tarjeta en muchos sitios y la dificultad para encontrar a alguien que hable lo más mínimo de inglés. Tras mucho preguntar encontramos, por fin, a un amable japonés que chapurrea algo de inglés y nos explica qué tipo de billete tenemos que coger, ya que hay 3 con el mismo nombre y diferente precio.

El viaje en tren dura unos 70’, que los pasamos pegados a la ventana todavía asimilando que ya estamos en Japón.

Como es temprano y aun no podemos coger la habitación, dejamos las maletas en las taquillas de la estación de Kyoto y nos sacamos un bono de bus de 24h para empezar a ver cosas. Hoy hemos decidido irnos a las zonas más alejadas del centro, empezando por el templo Kamigamo, uno de los 17 sitios patrimonio de la humanidad que hay en esta ciudad, donde empezamos a familiarizarnos con las costumbres japonesas, como lavarse las manos y beber algo de agua de los pozos que hay en las entradas de templos y santuarios para purificarse.

Ya en el interior, un monje nos reúne a los 8 últimos visitantes que hemos entrado y nos explica, en japonés, lo que suponemos es la historia del templo. Mientras el resto lanza expresiones de asombro, nosotros nos miramos sin entender nada, pero continuamos la visita con el grupo disfrutando de la original arquitectura de los templos y de la tranquilidad que se respira.

A estas horas de la mañana ya se puede sentir el asfixiante calor tan característico de Japón en esta época del año. Pese a que estábamos advertidos, no deja de ser sorprendente la mezcla de temperatura y humedad que hace de Japón un destino poco recomendable en Agosto (si se puede elegir cuándo venir claro, si no toca aguantarse como nosotros porque a Japón hay que venir sí o sí).

Desde ahí cogemos otro bus para ver el Pabellón Dorado, que nos ofrece unas preciosas vistas del estanque, pero poco más. Al salir decidimos parar a comer en un pequeñísimo restaurante, en lo que es nuestro primer contacto con la variada gastronomía japonesa: sopa de miso y pollo con arroz.

Ya con el apetito saciado, nos acercamos a los cercanos templos Ryoan-ji, con su tranquilo jardín zen de 15 rocas, y Ninnaji, un enorme complejo de templos, edificios de madera y una pagoda de 5 pisos.

Para acabar el día nos dirigimos a la zona de Arasiyama, pero entonces comienza a diluviar, lo que nos obliga a refugiarnos durante media hora en la primera tienda que vemos. El tiempo que perdemos atrapados por la lluvia hace que lleguemos al templo Tenryu-ji justo cuando está cerrando, así que vamos directamente al Bosque de Bambú, que está justo al lado. Los enormes bambús nos sumergen en un color verde intenso por donde apenas pasa la luz, lo que nos deja con la boca abierta.

Ya bastante cansados por el viaje y por haber dormido poco, regresamos a la estación de tren a recuperar nuestras maletas y trasladarnos al apartamento, que será nuestro hogar las próximas 4 noches. Aprovechamos que debajo de la estación hay dos macro-centros comerciales para coger algo de comida japonesa para llevar y cenárnosla en el apartamento.

1 de Agosto: Kyoto, la ciudad de los mil templos

Después de una necesaria cura de sueño de 10h, nos acercamos de nuevo a la estación de autobuses para comprar el bono de día, la mejor y más económica manera de desplazarse por Kyoto.

La primera visita del día es Shimogamo Jinja, templo gemelo a Kimogamo. Al llegar encontramos que se está celebrando una ceremonia, lo que nos permite contemplar durante un buen rato a los monjes rezando. Visitamos el resto del recinto mientras acaban, ya que no se puede acceder al templo principal durante la misma.

Por recomendación de una de las guías del templo, caminamos por la arboleda que va desde la puerta principal del templo hasta el inmenso Torii rojo que marca la entrada del recinto. Desde ahí cogemos un bus hasta nuestra siguiente visita del día, el Santuario Heian, cuyos edificios no se pueden visitar pero tiene un precioso jardín que merece la pena ver, con dos inmensos estanques y un puente de estilo chino.

Cocidos por el intenso calor y tras una breve parada para comer, nos dirigimos al templo Ginkaku-ji, situado en la falda de una montaña y perfectamente integrado con el bosque que lo rodea. Además de visitar el templo, se puede ascender por un camino hasta un mirador donde contemplar unas bonitas vistas del recinto y parte de la ciudad.

Desde aquí parte el conocido Camino de la Filosofía, un sendero de unos 2.5km que discurre al lado de un pequeño canal y pasa por varios templos. Pese a que en primavera, con todos los cerezos en flor, debe ser un recorrido espectacular, igualmente disfrutamos del agradable paseo protegidos por la sombra de los árboles y la increíble tranquilidad que se respira dentro de una ciudad de más de 1.5M de habitantes.

El sendero desemboca en el templo Nanzen-ji, con su enorme puerta de madera y un cercano acueducto de ladrillo rojo.

Ya un poco cansados por la caminata y el calor, y a falta de buses que pasen cerca, decidimos coger un taxi para acercarnos al Santuario Yasaka, a unos 2km, y la verdad es que en Japón, hasta coger un taxi es toda una experiencia en sí misma: las puertas se abren y cierran solas, los asientos están cubiertos de tapetes de ganchillo y el chófer, ataviado con uniforme y gorra, no puede ser más amable. Y todo por apenas 6€.

El Santuario Yasaka no tiene en realidad mucho que visitar, pero es muy conocido por su festival de verano (Julio) y por ser la puerta al distrito de Gion, uno de los barrios más conocidos de Kyoto por conservar algunas calles con casas tradicionales y por ser un lugar ideal para ver pasear a geishas y maikos. Nosotros paseamos por las calles Hanami Koji y por Shinbashi, donde nos cruzamos con una geisha. En Kyoto estamos viendo mucha gente paseando en kimono, que nos han dicho que son turistas japoneses que les gusta vestirse así cuando viajan por Japón, pero cuando ves una geisha auténtica es inconfundible.

Nos dirigimos al otro lado del río para continuar nuestro paseo por Pontocho, un estrecho callejón plagado de pequeños restaurantes. Cenamos por la zona y concluimos nuestro día volviendo sobre nuestros pasos para ver Pontocho y Gion bajo la tranquilidad de la noche e iluminados por los típicos faroles rojos y blancos.

2 de Agosto: El Kyoto más tradicional

Comenzamos el día en Sanjusangen-do, un templo que por fuera no parece gran cosa pero que dentro contiene 1001 estatuas doradas de Kannon, bodhisattva de la compasión.

De ahí nos dirigimos a Kiyomizudera, uno de los templos más bonitos de Japón. Enclavado en una montaña y con unas vistas impresionantes de Kyoto, ya las calles por las que nos aproximamos son dignas de ver. El templo nos recibe con una gran puerta de madera pintada de naranja y blanco y unas escaleras que nos llevan hasta una pagoda de 3 pisos y el enorme templo de madera suspendido entre la propia montaña y una estructura de columnas de unos 13m que forman una terraza enfrente del salón principal.

Justo detrás se encuentra el santuario Jishu, que tiene dos piedras separadas unos 18m entre sí. Se dice que si eres capaz de caminar de una a otra con los ojos cerrados encontrarás el amor. En caso de que necesites de algo de ayuda para conseguirlo, significará que necesitarás también un celestino en el amor. Vemos a una chica que lo consigue solita, pero por la velocidad que lleva y lo recta que va… no sabemos si no está haciendo algo de trampa. ¿Significará que también tendrá que hacer trampa para conseguir a su amor?

Un camino desciende hasta la pequeña cascada Otowa, en la base del templo, que forma una especie de fuente de 3 chorros. Gracias a una jarra unida a un palo, bebemos del agua que dicen que otorga longevidad.

Con amor, longevidad y sobre todo muy contentos, salimos de Kiyomizudera para pasear por una de las zonas más bonitas de Kyoto. Siguiendo las calles Sannen-zaka, Ninen-zaka y Ishibei-koji nos adentramos en el Japón más tradicional: casas, templos… todo recuerda al Nippon medieval.

Cogemos de nuevo el bus para acercarnos al Palacio Imperial. Situado en medio de un inmenso parque, desde hace un mes ya se puede recorrer por libre y de manera gratuita, así que paseamos entre los numerosos edificios y el pequeño jardín.

Pese a que nos acabamos de dar cuenta de que el Castillo Nijo cierra los martes, o sea hoy, decidimos parar a comprobarlo ya que nos pilla de camino al siguiente templo. Efectivamente, el Castillo está cerrado, así que volvemos a montar en el bus y seguimos nuestro camino al Nishi Honganji. Este templo quizás no es de los más conocidos de Kyoto, pero es patrimonio de la humanidad y alberga dos enormes salones de madera unidos por una pasarela y una gran puerta que merece la pena visitar si se dispone de algo de tiempo.

Ya a pie, nos acercamos hasta el vecino Higashi Honganji, un templo de madera con una estructura similar al Nishi Honganji.

De noche, decidimos regresar a la zona de Kiyomizudera para recorrer en completa soledad este pedacito del antiguo Japón.

3 de Agosto: Será por ciervos

Primer día fuera de Kyoto. Hoy toca excursión a Nara, así que activamos nuestro JRP (Japan Rail Pass) que nos permitirá usar numerosos trenes en la próxima semana.

Empezamos el día en el templo Horyuji, a las afueras de Nara. Pese a ser uno de los templos más antiguos de Japón y contener los edificios de madera más viejos del mundo, no vemos mucha gente, que normalmente se quedan en los alrededores del Nara Park. Así que recorremos los pabellones y salones casi solos.

De ahí volvemos a coger el tren y luego un bus al centro de Nara. Nada más bajarnos del bus nos vemos rodeados de ciervos que se acercan para que los acariciemos y les demos algo de comer, y es que el Nara Park está abarrotado de estos simpáticos animales. Tumbados a la sombra, en medio de las calles, persiguiendo a algún turista, dentro de las tiendas… por todos lados!!!

Después de hacernos mil fotos, nos dirigimos al templo Todaiji, probablemente el más visitado de la ciudad, y pronto entendemos por qué. Tras pasar la enorme puerta nos quedamos con la boca abierta con el aún más inmenso edificio de madera que forma el templo, en cuyo interior se encuentra el Buda más grande de todo el país. De hecho, hemos leído en la guía que se trata del edificio de madera más grande del mundo y que en realidad se trata de una reconstrucción del s. XVII que “solo” tiene dos tercios del tamaño original.

Ya en el interior Jorge decide cumplir un extraño ritual. En la base de una de las columnas hay un pequeño hueco del tamaño del agujero de la nariz del Buda. Dice la tradición que el que logre pasar por él obtendrá iluminación para la próxima vida. Con amor y longevidad ya obtenidos en el Kiyomizudera, Jorge, con mucho esfuerzo, logra pasar por el hueco y obtener otro “premio” más.

Desde ahí nos acercamos a Isuien Garden, unos preciosos y tranquilos jardines dignos de ver.

De camino de vuelta a la estación de tren nos detenemos en el templo Kofukuji. La visita no se alarga mucho ya que hay varios pabellones en obras y el único que se puede visitar no resulta muy interesante, así que contemplamos las dos pagodas de madera y continuamos la marcha.

En tren nos desplazamos hasta Fushimi Inari, uno de los templos más conocidos internacionalmente por sus numerosos toriis que ascienden en la montaña pasando por varios templos y santuarios, y que han sido escenario de películas tan conocidas como Memorias de una Geisha. Sin embargo, nada más llegar empieza a diluviar por lo que no tenemos más remedio que refugiarnos en el alero de un templo. Tras varias horas de espera, y viendo que la lluvia no da tregua y que empieza a hacerse tarde, decidimos internarnos bajo la protección de un paraguas para, al menos, ver algo. El paseo no dura mucho ya que ni con paraguas evitamos calarnos, así que empapados y algo tristes por no haber podido ver mucho del templo, regresamos en tren a Kyoto.

Ya en el hotel nos apresuramos a secar todo lo posible la ropa y zapatillas para meterlas en las maletas, de las que nos vamos a “deshacer” para los próximos 5 días. Desde la estación de tren, aprovechamos el servicio de envío de equipajes de la compañía de transporte Yamato, para mandar las maletas a nuestro apartamento de Tokyo. Ya que se puede elegir cuándo harán la entrega, escogemos el próximo día 8 entre las 19.00h y las 20.00h y nos despedimos de ellas. Así, los próximos 5 días, que los pasaremos viajando de un lado a otro, lo haremos con unas pequeñas mochilas y solo una parte de la ropa que hemos traído.

4 de Agosto: Lo que todo visitante debe probar: ryokan, onsen y yukata

Madrugamos porque queremos aprovechar el día de hoy para ver muchas cosas. Nuestro destino final es la isla de Mijayima, pero de camino queremos hacer varias paradas. La primera: Okayama.

Cogemos nuestro primer Shinkansen, o tren bala, hasta esta ciudad situada a una hora aproximadamente de Kyoto. Realmente no tiene mucho que ver, y la mayoría de los turistas no se detienen porque visitan Miyajima como una excursión de día desde Kyoto, pero si se va a hacer noche en la isla y, por tanto, se dispone de más tiempo, bien merece la pena una corta parada para ver el Korakuen Garden, uno de los tres jardines más grandes y bonitos de Japón. Y buena fe damos de ello.

El recinto es enorme y el paseo es muy agradable entre estanques, flores y árboles de todo tipo (si en verano está así, en primavera debe ser espectacular). Justo enfrente del jardín, saliendo por la puerta sur, se puede contemplar el Castillo de estilo japonés de Okayama. Como hemos leído que el interior está totalmente restaurado en estilo moderno decidimos no entrar y pasear hasta la estación, donde cogemos otro Shinkansen hasta el siguiente destino.

Hiroshima, tristemente recordada por ser la ciudad donde cayó la primera bomba nuclear de la historia, es ahora una ciudad moderna que no olvida su pasado. Con el tranvía nos acercamos hasta el A-Bomb Dome, uno de los pocos edificios que se mantuvo en pie tras la explosión, y el Peace Memorial Park, un parque con multitud de monumentos que recuerdan este triste episodio de la Historia. Vemos que unos operarios están preparando carpas y colocando sillas y es entonces cuando caemos que estamos a dos días del aniversario del terrible suceso.

Visitamos el Peace Memorial Museum, donde se nos ponen los pelos de punta al ver cómo sucedió todo y la catástrofe que supuso durante y muchos años después de la explosión. Desde luego Hiroshima merece la pena una parada de un par de horas en el camino a Miyajima.

Continuamos nuestro camino hasta el puerto de Miyajimaguchi, donde cogemos el ferry que nos acerca a la isla de Miyajima. Tras dejar nuestras mochilas en el hotel, ascendemos por un camino hasta el templo de Daisho-In. Este pequeño templo, situado en la ladera de una montaña, nos ofrece unas buenas vistas de la costa y está plagado de estatuas escondidas entre los árboles del bosque que lo rodea.

Descendemos para visitar el Itsukushima Jinja, super-conocido e hiper-visitado por el inmenso torii que tiene en medio del mar y que servía como puerta de acceso para aquellos visitantes que venían en barco. Aprovechamos que la marea está baja para caminar hasta el torii, tocarlo y hacernos unas cuantas fotos.

Regresamos al hotel, un ryokan o alojamiento tradicional con suelos de paja y futones para dormir. Decidimos relajarnos en el onsen, o baños termales que suele haber en este tipo de alojamientos, y, ya con nuestro yukata, una especie de kimono más “casual”, tumbarnos a recuperar fuerzas.

Por la noche damos un paseo en busca de un restaurante para cenar, pero para nuestra sorpresa todos los establecimientos que por la tarde estaban abarrotados de gente, están ahora completamente cerrados. Con las calles únicamente iluminadas por la luz de la luna, por fin encontramos un restaurante abierto con bastantes turistas haciendo cola (claro, es el único abierto en toda la isla). Aquí pedimos ramen y ostras rebozadas con patatas. Delicioso.

Para concluir el intenso día nos sentamos en la orilla del mar a contemplar el torii, ya cubierto por el agua y bien iluminado.

5 de Agosto: La Ruta del Nakasendo

Madrugada para coger el primer ferry que sale de la isla (06.40h), ya que hoy nos espera un día largo de desplazamientos. De hecho, además del ferry, hoy cogemos 4 trenes y un autobús para llegar al remoto pueblo de Magome, donde llegamos pasadas poco antes de las 14.00h.

Este precioso pueblo de montaña es el punto de partida de una excursión muy recomendada y poco frecuentada por turistas que, por falta de tiempo, prefieren centrarse en zonas más accesibles del país. La ruta del Nakasendo es el antiguo camino que atravesaba el Valle del Kiso y que conectaba Tokio con Kyoto en el periodo Edo. El trayecto de Magome a Tsumago es un tramo de 8km, que se puede hacer entre 2h y 2.5h, donde se puede recorrer el camino empedrado original entre bosques, arroyos, pequeñas cascadas, casas tradicionales y templos.

El recorrido es precioso y muy muy tranquilo, y desemboca en Tsumago, otro pueblo precioso donde ninguna casa se sale del guion medieval de la zona. Casas de madera, molinos de agua, muros de piedra… y todo en medio de bosques y rodeado de montañas.

Aquí, como no podía ser de otra forma, nos alojamos en un ryokan. Tras la caminata, decidimos reponer fuerzas en el pequeño onsen del establecimiento y, ya ataviados con nuestros yukatas, subimos a disfrutar de una cena tradicional: sopa de miso, verdura, pescado, saltamontes y alguna otra cosa que desconocemos.

6 de Agosto: Shirakawa-go, un pueblo de ensueño

A las 7.44h nos subimos al primer bus que va a la cercana estación de Nagiso, donde cogemos un tren a Takayama (3 escalas). Tras dejar las mochilas en el hostal donde vamos a pasar la noche hoy, cogemos otro bus a Shirakawago.

Este pueblo rodeado de montañas y atravesado por un río, es Patrimonio de la humanidad. Pese a que aún hay gente viviendo en él, todo el pueblo es un museo al aire libre y enseguida se nota que atrae a muchísimos turistas, sobre todo japoneses. Es lo malo de los sitios bonitos, que suelen estar abarrotados.

Las casas tradicionales, con su característica forma triangular y sus tejados de paja, se conservan a la perfección. Paseamos por las calles admirando el entorno y la peculiar arquitectura de la zona, y emprendemos la ascensión por una corta pero empinada cuesta hasta el mirador Shiroyama. Desde aquí se tienen unas preciosas vistas del valle y de Shirakawago.

Al bajar de nuevo al pueblo decidimos entrar a una de las casas que se pueden visitar, la de la familia Wada-ke. Paramos también en un pequeño local para comernos un mitarashi dango, un postre dulce típico de esta zona y que está riquísimo.

A las 17.30h cogemos un bus de regreso a Takayama. Tras una ducha en el hostal, salimos a cenar y pasear por la ciudad, y pronto descubrimos que son fiestas ya que las calles más céntricas están cerradas al tráfico y están llenas de puestos de comida, tiendas de artesanía y juegos para los niños.

7 de Agosto: Esto es carne y lo demás tonterías

Mañana de visita por la ciudad de Takayama. Empezamos por el mercado matutino de Jinja-mae, que apenas tiene unos pocos puestos de fruta y verdura. Desde aquí, atravesando el puente Nakabashi, llegamos a la ciudad vieja. Las calles más interesantes son Ichinomachi, Ninomachi y Sannomachi, donde están las casas más antiguas de la ciudad. Pese a que las calles son bonitas, nos decepcionan un poco ya que habíamos leído que era una ciudad que merecía mucho la pena visitar y nos parece que la parte antigua de Kyoto, o los pueblos de Magome y Tsumago, conservan mucho mejor las casas, calles y el estilo tradicional.

Sin embargo, es estas calles se encuentran numerosas destilerías de sake que bien merecen la pena visitar. A pesar de que en esta época no están fabricando la famosa bebida alcohólica japonesa, se puede entrar a ver los alambiques, degustar distintos tipos de sake y comprar alguna botella.

Como habíamos previsto pasar toda la mañana en Takayama y vamos bien de tiempo, decidimos recorrer el Higashiyama Yūhodō, un paseo de unos 3.5km por los alrededores de la ciudad que recorre hasta 12 templos y santuarios. Pese a que el camino es agradable y tranquilo, los templos son pequeños y muy similares entre sí.

Para comer seguimos la recomendación de un blog y vamos a Maruaki. Este restaurante, que en la entrada tiene una carnicería, ofrece una enorme variedad de la deliciosa carne de Hida, que rivaliza con la carne de Kobe como una de las más sabrosas del mundo. Todas las mesas disponen de parrillas individuales donde hacer la carne, que se sirve cruda, al gusto de cada uno. Pedimos una bandeja con surtido de carne A5, la de mayor calidad, y podemos asegurar que es la mejor carne que hemos probado en nuestra vida.

A las 14.38h cogemos el tren que nos lleva a Odawara, donde llegamos ya de noche. Aquí compramos el Hakone Freepass, un bono de dos días que incluye todos los transportes de la zona de Hakone, y es que aquí no vale el JRP. Ya con el bono, cogemos el tren a la vecina Hakone Yumoto.

Ya en el hostal, tras un baño en el onsen y una cena que nada tiene que ver con nuestra increíble comida, disfrutamos de la sobremesa intercambiando experiencias y detalles con otra pareja de viajeros españoles que vienen de la zona de Tokio.

8 de Agosto: Tienes los huevos negros

Amanece con el cumpleaños de Ángela, que ya se está acostumbrando a celebrar su día en algún remoto país. Hoy nos toca visita de la zona de Hakone, una de las más visitadas para ver el Monte Fuji debido a sus buenas comunicaciones y su proximidad con Tokio.

El Hakone Tozan Railway, el tren de montaña más antiguo de Japón, nos lleva por un bonito recorrido hasta Gora, donde cogemos el teleférico hasta Owakudani. Esta zona volcánica, una de las más activas del parque, está llena de cráteres y fumarolas que inundan de vapores apestosos toda la montaña. De hecho, algunos senderos se encuentran actualmente cerrados al público por riesgo de intoxicación. Desde aquí hay unas de las mejores vistas del Monte Fuji y sus impresionantes 3.776m. Como la cima está tapada con nubes, cosa bastante frecuente, decidimos hacer tiempo a ver si se despeja mientras probamos unos huevos cocidos en las fumarolas, que les da un característico color negro.

Tras más de 1h esperando, por fin podemos disfrutar del Fuji casi casi entero. Una maravilla.

Continuamos con el teleférico que nos desciende hasta el Lago Ashinoko. Navegamos con un barco (todo incluido en el Hakone Frepass) por las tranquilas aguas del lago mientras vemos a lo lejos el Fuji, y ya en tierra visitamos el templo Hakone Jinja. Un bus nos regresa a Hakone Yumoto, donde cogemos el tren hasta Tokio.

Ya en nuestro apartamento, esperamos a las maletas que dejamos en Kyoto y que deberían llegar entre las 19.00 y las 20.00h. Sin embargo, a las 21.00h, y sin haber recibido aún las maletas, Jorge llama por teléfono al número que aparece en el ticket pero no existe. Así, decide bajar a buscar un alma caritativa que le pueda ayudar. Tras varios intentos acaba en un SevenEleven donde uno de los empleados chapurrea algo de inglés y medio entiende el problema. Llama desde el teléfono de la tienda al mismo número y esta vez sí que responde alguien (parece ser que hay que marcar u obviar alguno de los números que aparecen cuando se llama desde la misma zona). Al fin, una operadora que habla inglés investiga el problema y decide intentar localizar al repartidor para que vuelva, aunque dadas las horas que son no sabe si será posible o tendremos que esperar hasta mañana.

Tras media hora más de interminable espera en el apartamento, Jorge decide volver a bajar al SevenEleven para llamar de nuevo a la operadora, pero en el portal se cruza con el repartidor, que lleva las maletas sanas y salvas. Él asegura que llamó varias veces pero que nadie le abrió, pero nosotros no nos hemos movido del apartamento. Al subir, Jorge descubre que el timbre no funciona, así que queda resuelto el misterio y, por fin, nos podemos duchar y cambiar de ropa.

9 de Agosto: Haciendo amigos

Aprovechamos nuestro último día con el JRP para hacer una excursión de día hasta Nikko. Esta pequeña ciudad tiene un conjunto de templos declarados Patrimonio de la humanidad y está a unas 2h de Tokio.

Una vez allí, cogemos un bus para acercarnos a la zona de los templos, que visitamos comenzando por el espectacular Tōshōgū. Este impresionante santuario es también mausoleo del shōgun Tokugawa Ieyasu. El enorme patio está rodeado de diferentes edificios, pagodas, almacenes, torres y templos, y sobre uno de ellos se puede contemplar el famoso grabado de los tres monos sabios. Digna de mención es la puerta Yomeimon, profusamente decorada.

Después de volvernos locos para encontrar un sitio para poder comer, acabamos en un pequeño y funcional restaurante, que hace las veces también de tienda de recuerdos, donde somos los únicos clientes y una anciana nos sirve dos cuencos de ramen.

Ya por la tarde visitamos los templos Rinno-ji y Futarasan que, quizás por compararlos con Tōshōgū, no nos parecen tan bonitos ni interesantes. Cerramos el día con el templo Taiyuinbo, de estilo similar a Tōshōgū, que sin duda merece la pena.

A la salida, y antes de coger el bus de vuelta a la estación de tren, pasamos por el puente Shin-Kyo, de madera y estilo clásico.

Regresamos en tren hasta Tokio, y decidimos ir hasta la parada de Kinshicho, ya que esta zona hay muchos gimnasios de sumo, denominados Beya en japonés. Hemos leído en algunos blogs que pese a que en Agosto no hay campeonatos de sumo en Japón, sí que es posible visitar alguno de los numerosos gimnasios que hay en Tokio y ver cómo entrenan y viven los luchadores.

Mirando el mapa en la estación de tren, se acerca un chico y nos pregunta en inglés si necesitamos ayuda. Tras indicarle dónde vamos nos dice que podemos seguirle ya que él va en esa dirección. Ya en el tren, continuamos charlando con él y al decirle que somos de España empieza a hablar en español. Nos cuenta que estuvo 2 años dando la vuelta al mundo, y que pasó algo de tiempo en España y Sudamérica, donde aprendió algo de castellano. Al contarle nuestro interés en buscar un gimnasio de sumo, decide bajarse con nosotros en Kinshicho y ayudarnos a buscar los establecimientos y a entendernos con los dueños. Así, el curioso grupo hispano-japonés comienza a callejear durante más de 1h visitando hasta 5 gimnasios. Sin embargo, los dueños no están muy de acuerdo en que un grupo de “guiris” asista a los entrenamientos matutinos, parece ser que han tenido malas experiencias en el pasado con turistas algo maleducados con sus costumbres.

Algo desilusionados regresamos a la estación e invitamos a cenar a Ryosuke, nuestro nuevo amigo, que nos enseña un local donde suele comer la gente más joven. El restaurante es bastante pequeño y tiene varias mesas con planchas donde nos preparan okonomiyaki, una especie de pizza a la que se le puede añadir los ingredientes que se quiera.

Nos despedimos de Ryosuke no sin antes intercambiar emails y la promesa de una visita a España para hacer el Camino de Santiago.

10 de Agosto: La Estatua de la Libertad... en Tokio

Nuestro primer día completo en Tokio comienza con la visita a una lavandería, que esperamos quite la peste de nuestras zapatillas. Éstas, que metimos en la maleta en Kyoto tras el mayor diluvio que hemos visto en Japón hasta la fecha, y que han viajado envueltas en una bolsa de plástico durante 5 días hasta Tokio, tienen un aroma que ni un día entero en el balcón ha logrado quitar. La lavandería, sin personal atendiendo y con todas las instrucciones en japonés, nos obliga a buscar a un amable anciano que chapurrea algo de inglés y que se ofrece a ayudarnos. Él comenta divertido que nunca ha puesto una lavadora, y que la situación le parece de lo más enriquecedora. Hasta se ofrece a pagarnos la colada! Desde luego, la amabilidad japonesa no deja de sorprendernos.

Después de dejar las zapatillas, ya oliendo a detergente, en nuestro apartamento, nos desplazamos hasta el barrio de Akasusa. La parada del metro nos deja justo enfrente de la puerta Kaminarimon, con una de las linternas más grandes de Japón. Desde ahí se extiende la avenida Nakamise, una calle larga y abarrotada de pequeñas tiendas de comida y suvenires para turistas. Avanzamos despacio por la enorme cantidad de gente que se agolpa en los puestos, hasta llegar al bonito templo Sensoji, el más antiguo de Tokio.

Para no volver a pasar por Nakamise decidimos regresar por una de las calles paralelas, que está techada y forma parte de un conjunto de calles que conforman a su vez una especie de centro comercial. Tras comer, nos acercamos a la sede de Tokyo Cruise Ship Company, justo al lado del río Sumida, donde cogemos un water-bus hasta Odaiba.

Este barco, que tiene el techo y las paredes de cristal, nos permite dar un tranquilo paseo por el río y tener unas vistas diferentes de la ciudad. Durante los 50 minutos que dura el viaje, navegamos entre rascacielos pasando por debajo de 12 puentes, hasta la desembocadura en la bahía de Tokio, que cruzamos para llegar la isla de Obaiba.

Este distrito, prominentemente comercial y de entretenimiento, fue construido a partir de la unión artificial de varias islas pequeñas y acoge, entre otras cosas, una réplica de la estatua de la libertad. Con esta, y tras las de Nueva York y París, ya hemos visto las 3 copias que existen en el mundo. Además, desde aquí tenemos una vista sensacional del skyline de Tokio y del puente Rainbow.

Nos acercamos hasta el edificio de Fuji TV, donde una girl-band adolescente está dando un concierto al aire libre. Parece que es un grupo bastante conocido pero no deja de sorprendernos el nutrido y variado público que asiste al evento. Hay gente joven pero también cincuentones, góticos, punks y gente con traje y corbata. Eso sí, todos cantan y bailan las coreografías del grupo al unísono, como si llevasen meses ensayando los pasos. Alucinante.

Curioseamos dentro del edificio, donde hay varias exposiciones de series, programas, películas y manga de producción propia. Desde ahí nos acercamos al Venus Fort, unos de los muchos centros comerciales que hay en Odaiba. Este es particularmente interesante porque las calles del Centro simulan calles de una ciudad italiana del s. XVIII, con techos pintados haciendo el efecto de un cielo al anochecer, tiendas con fachadas de columnas corintias, puertas que son arcos y plazas con enormes fuentes. Muy del estilo al casino Venetian en Las Vegas.

Nos acercamos a otro centro comercial, el Diver City Tokyo Plaza, en cuya puerta principal hay un enorme robot Gundam que cada cierto tiempo ofrece un breve espectáculo de luces y sonido.

Después de cenar, nos acercamos de nuevo al puerto para ver el skyline de Tokio, esta vez de noche e iluminado por los miles de edificios de la ciudad.

Para acabar el día, decidimos disfrutar de nuestro último onsen en Japón en el Oedo Onsen Monogatari, muy popular entre los habitantes de Tokio.

Regresamos en el monorail, atravesando la bahía de Tokio por un puente justo enfrente del Rainbow Bridge, que a estas horas está iluminado.

11 de Agosto: Última excursión

Hoy es el último día de excursión antes de centrarnos única y exclusivamente en Tokio. Así, cogemos el tren rumbo a Kamakura. Desde la estación JR Kamakura aún hay que coger un tranvía eléctrico hasta Hase station, a las afueras de la ciudad, donde visitamos el templo Kotoku-in, hogar de la segunda estatua de Buda más grande de Japón.

Tras una parada en el cercano templo Hase-Dera, donde se puede ver enorme una estatua de madera de 9m de Kannon, regresamos en el tranvía hasta el centro de Kamakura para visitar el templo Tsurugaoka Hachimangu.

Este bonito templo, el más importante de la ciudad y al que se accede tras cruzar un inmenso torii rojo, está rodeado por un parque lleno de vegetación, con dos estanques y varios puentes de piedra de estilo japonés.

Decidimos continuar la visita de la ciudad a pie, así que caminamos por una empinada colina hasta el monasterio de Kencho-ji, que visitamos no sin antes hacer una parada para recuperar líquidos y descansar del sofocante calor. No deja de sorprendernos que se pueden encontrar máquinas de agua y refrescos en los sitios más insospechados y recónditos, que resultan ser una suerte de oasis en medio del pegajoso calor de Japón en Agosto.

Este monasterio de entrenamiento Zen es muy bonito, con edificios de madera sin pintar del s. XII que incluyen el enorme Karamon, o puerta principal, una torre de la campana y varios templos. Detrás del último edificio encontramos un tranquilo jardín Zen, así que nos sentamos en una de las galerías del templo para sumergirnos en el silencio del lugar. Ángela se sumerge tanto tanto que se queda sopa durante una media hora.

Proseguimos hasta el siguiente templo, Tokeiji. Este tranquilo y pequeño santuario tiene un bonito cementerio enclavado en la ladera de una montaña, pero poco más. Un poco saturados de tantos templos y habiendo visto ya los principales de la ciudad, decidimos coger ya el tren y desplazarnos hasta Yokohama, segunda ciudad más poblada del país con casi 4M de personas.

Nada más bajarnos del tren nos topamos con una avalancha de pikachus: gente repartiendo gorras de pikachu, decenas de figuras hinchables de pikachu, gente disfrazada de pikachu, un musical callejero de pikachu… pero esto que es??

Paseamos por la zona conocida como Minato Mirai 21, un paseo moderno junto al puerto que acoge numerosos rascacielos, centros comerciales y hasta un parque de atracciones.

Después de un par de horas, y sin mucho más que ver, regresamos en tren hasta Tokio. Hoy nos vamos a dormir pronto, que mañana toca la madrugada del siglo.

12 de Agosto: El atún madrugador

2.30h. Suena el despertador. Ángela ha decidido quedarse durmiendo, pero Jorge se acerca caminando hasta el puerto para visitar el mercado de pescado de Tsukuji, un lugar enorme y único que es uno de los imprescindibles de la ciudad.

Algunos días se realiza en él la subasta de atunes, a la que es posible asistir como público. Sin embargo, las plazas están limitadas a 50 personas por día, por lo que solo las 50 primeras personas en llegar cuando abre el Fish Information Center a las 5.00h, obtienen su plaza para entrar en la subasta. Además, nadie sabe a qué hora empiezan a aparecer los curiosos turistas, así que Jorge decide no jugársela y a las 2.50h se presenta en el Centro.

No parece haber nadie pero, al abrir la puerta, se encuentra una sala abarrotada con una multitud ataviada con chalecos amarillos y azules. Mierda!

Un chico le informa de que hoy ya han repartido todos los chalecos que dan acceso a la subasta, pero que no obstante pregunte al guardia de la entrada. Éste le confirma que efectivamente ya no hay hueco y que deberá volver otro día. Tras intentar convencerle, Jorge se vuelve por donde ha venido pero, a mitad de camino, decide regresar para suplicar si hace falta. Levantarse otro día a las 2… noooooo.

Jorge activa el modo cansino/pena-máxima con el guardia: soy solo uno, hoy es mi último día, mañana vuelo a España, es lo único que me falta de ver de este maravilloso país, por favoooor… El guardia se empieza a reír y se mete a la caseta. Al salir le hace un gesto a Jorge para que le siga y al entrar de nuevo en la sala abarrotada le guiña el ojo y le da un chaleco azul. SIIIIII.

Las siguientes horas de espera se hacen más llevaderas conversando con una pareja de españoles y a las 06.20h por fin, otro guardia hace acto de presencia y nos lleva hasta la lonja donde se está celebrando la subasta. Cientos de enormes atunes son examinados durante varios minutos por un grupo de expertos que comprueban el color, la textura y… a saber qué más. Entonces un hombre se sube a un taburete y agitando una campana da comienzo a la subasta. Atún por atún, va cantando los precios en una especie de rápida oración mientras los expertos van levantando las manos para pujar.

Al terminar, el guardia devuelve al grupo a la entrada, donde Jorge y Ángela se reencuentran. Decidimos entonces tratar de acceder al mercado. Y digo tratar de acceder porque solo las zonas exteriores del mismo están abiertas para el público en general, la zona interna donde se corta, prepara y vende el pescado es de acceso restringido a personal autorizado. Esta medida se adoptó hace años para evitar que los turistas, cada vez más atraídos por el curioso ajetreo del mercado, molestasen a los vendedores. Es por ello que numerosos guardias vigilan el perímetro.

Aun así, y tras varios intentos fallidos de pasar (los amables guardias nos interceptan varias veces y nos acompañan a la salida), por fin logramos entrar en la zona donde todo sucede. Vamos con mucho cuidado, tratando de no molestar ni entorpecer el trabajo del personal del mercado, y poniendo mil ojos en no morir atropellados por alguno de los estrechos pero veloces vehículos que circulan por la lonja a toda pastilla. Deambulamos sin dirección entre los numerosos puestos, viendo peces y crustáceos de todos tipos. Vemos trocear diferentes piezas y cortar atunes enteros con una sierra.

Tras un buen rato salimos de la zona prohibida, nos acercamos a uno de los minúsculos restaurantes de pescado que hay en la parte exterior del mercado y Jorge se pide una bandeja con un surtido de 13 piezas de sushi. Igual demasiado para ser las 8.00h.

Paseamos por Ginza, un barrio comercial y financiero que a estas horas está un poco muerto. Tras una parada en el edificio Sony, donde podemos cacharrear con aparatos de última tecnología, nos dirigimos al Palacio Imperial. La actual residencia del Emperador no se puede visitar, pero sí que se puede pasear por los jardines y divisar a lo lejos parte del castillo.

Desde ahí nos acercamos a la Estación Central de trenes, que aún conserva su edificio construido a primeros del s. XX y reconstruido tras la II Guerra Mundial.

En la propia estación cogemos un tren hasta el barrio de Shinjuku y, una vez allí, subimos al mirador del piso 45 del Tokyo Metropolitan Government Building, un vasto edificio de dos torres que acoge el Ayuntamiento de la ciudad. Desde los 202m de este observatorio con enormes cristaleras, podemos contemplar una panorámica de 360º de Tokio que quita la respiración. Se puede ver todo: la torre SkyTree, el parque Ueno… y un sinfín de edificios que se extienden hasta el infinito.

Paseamos bajo los rascacielos hasta Kabukicho, una zona repleta de tiendas, restaurantes, salas de videojuegos, hoteles del amor… y otras cosas más extrañas como bares que anuncian espectáculos de robots. Todo bajo una multitud de carteles, pantallas gigantes y luces, muchas luces. Poco a poco se va poniendo el sol, y con la llegada de la noche el espectáculo visual de Shinjuku es alucinante.

Apartado de las luces y ruidos de Kabukicho podemos encontrar el Golden Gai, una sucesión de callejuelas estrechas y oscuras y con aspecto algo turbio que están repletas de bares pequeñísimos. Y cuando decimos pequeñísimos hablamos de locales donde apenas entran 10 personas. Esta zona es conocida por su gran ambiente nocturno, pero algunos bares no dejan entrar extranjeros. Nosotros simplemente curioseamos un poco y damos una vuelta, para regresar a las calles más bulliciosas, donde cenamos.

Regresamos al apartamento tras un día increíblemente largo y agotador.

13 de Agosto: Insert coin

Comenzamos el día con la visita al enorme parque Ueno, un auténtico pulmón dentro de Tokio.

Nada más llegar, nos acercamos al lago y nos encontramos a cientos y cientos de personas mirando al móvil… es una pokeparada!!! Han quedado para cazar pokemons!!! Desde luego Tokio no deja de sorprendernos.

Nos alejamos de la multitud paseando hasta el templo Toshogu, que está dentro del parque pero que solo visitamos por fuera, ya que estamos un poco saturados de ver templos.

Desde aquí viajamos en tren hasta Akihabara, el barrio de la electrónica por antonomasia. Y decir esto de un barrio, estando en Tokio, da idea de lo que se puede encontrar aquí. Miles de tiendas de tecnología y edificios dedicados única y exclusivamente a videojuegos abarrotan las calles. La tarde nos la pasamos de un sitio a otro jugando a todo tipo de juegos, desde el Mario Kart a una especie de Guitar Hero pero con tambores.

Aquí también podemos ver el pachinko, un juego de difícil comprensión para unos profanos como nosotros. Solo vemos cientos de pequeñas bolas metálicas que suben y bajan por un sistema de canales y puertas al estilo pinball. El jugador va girando una ruleta que dirige la dirección de las bolas y, según caigan, reciben puntos y más bolas. En Akihabara hay muchísimas salas repletas de máquinas de pachinko, que son dignas de ver. Es increíble la cantidad de gente que juega, el ruido es indescriptible y sorprende que se pueda fumar, por lo que todo está lleno de humo.

La verdad es que los japoneses son unos artistas en los videojuegos. No tenemos idea de las horas que meterán aquí para adquirir semejante dominio y destreza, pero hay que reconocer que son unos fenómenos. Incluso algunos traen sus propios accesorios que conectan a la máquina para no usar los de la sala recreativa, y cascos para no distraerse con el ruido ajeno. Eso sí, la pulcritud llega al extremo de que la mayoría utiliza guantes para jugar.

Según se hace de noche, los enormes carteles y las luces de neón hacen que también merezca la pena dar un paseo por estas calles.

14 de Agosto: Dando la nota

Para el último día en Japón hemos dejado la visita a la zona de Shibuya-Harajuku. Nada más salir de la estación nos encontramos con la estatua de Hachikō, un perro recordado por la lealtad a su amo. Hachikō acompañaba a su dueño, un profesor universitario, a la estación para despedirse allí todos los días cuando iba al trabajo, y al final del día volvía a la estación a recibirlo. Un día en la universidad, el profesor murió de un paro cardiaco y no regresó. Hachikō fue como de costumbre a recibirlo a la estación y, al no aparecer, se quedó allí durante 9 años. Los japoneses, conmovidos por la historia, construyeron una estatua en su honor, que hoy en día es el lugar habitual para quedar en la zona.

Justo al lado se encuentra el famosísimo cruce de Shibuya, una intersección de cuatro calles con 5 pasos de cebra, muy conocido por la cantidad de tráfico de personas y coches que soporta al día y por haber aparecido en muchas películas, como Lost in Translation o Resident Evil.

Para tener una buena vista, subimos al Starbucks situado en el primer piso de uno de los edificios colindantes. Nos hacemos con un hueco tras la enorme ventana, ocupada por numerosos turistas que vienen aquí con la misma idea, y nos quedamos un buen rato viendo pasar a un buen número de transeúntes y coches.

Paseamos por las calles peatonales de alrededor, entre numerosas tiendas y restaurantes. Cogemos el tren para ir al templo de Meiji Jinju, situado en un enorme parque. El recinto interior no se puede visitar por dentro, pero merece la pena ver los edificios de madera, asomarse al patio y dar una vuelta por el parque.

En el otro extremo del parque comienza Takeshita Dori, una calle estrecha y peatonal llena de tiendas de moda, cafeterías y, como no podía ser de otra forma, gente. Tanto que nos cuesta mucho avanzar entre los pequeños comercios de ropa, demasiado hiper-moderna para nuestro gusto, de merchandising de ídolos de las adolescentes japonesas o de extrañas gominolas que, por supuesto, probamos.

Al finalizar la calle continuamos el paseo por la paralela Omotesando, una avenida comercial llena de tiendas de lujo y grandes marcas. Tras una parada en Apple y el centro comercial Omotesando Hills, callejeamos hasta encontrar el Maisen, un restaurante que nos recomendaron la pareja de españoles con la que Jorge coincidió en la larga espera de la subasta de atunes. Este restaurante tiene como especialidad el tokatsu, una chuleta de cerdo troceada, empanada y frita que está muy buena.

Con el estómago lleno, cogemos el tren hasta Shibuya para volver al famoso cruce homónimo, que a estas horas está más abarrotado si cabe y que, iluminado con las luces de los edificios que lo rodean, ofrece una imagen de película.

Pero la despedida de Japón la queremos hacer con una de las actividades más populares y divertidas del país: un karaoke. Por esta zona hay muchísimos, así que nos decidimos por Utahiro, que ofrece 3 pisos de pequeñas habitaciones a un buen precio. El recepcionista nos explica cómo funciona: se reserva por medias horas y, además de la sala, tenemos acceso a una pequeña estancia común con refrescos que podemos usar las veces que queramos. Así, pagamos 1h y nos acompaña a una pequeña sala con una mesa, dos micrófonos, una tele y la consola desde donde se eligen las canciones.

El tiempo se pasa volando y, cuando el recepcionista nos avisa por el teléfono de que se ha acabado nuestro tiempo, Jorge baja y paga por media hora más. Que no pare la fiesta!

Muy contentos pero con ganas de habernos quedado más tiempo, regresamos al apartamento para hacer la maleta. Esto se acaba.

15 de Agosto: Regreso

Viaje de vuelta con escala en Frankfurt y hora de hacer balance de un país fascinante, donde tradición y modernidad se dan la mano en perfecta armonía, donde templos, santuarios, kimonos, meditación y orden no están reñidos con videojuegos, manga, multitudes, pantallas gigantes y luces de neon.

Sin duda Japón no deja indiferente al viajero y sorprende por su variedad, costumbres y rica gastronomía.

Uno de los grandes viajes para hacer en la vida.

DATOS ÚTILES

MONEDA

YEN (JPY, ¥)

HORA

GTM+9

VACUNAS

NINGUNA

VISADO

NINGUNO

ENCHUFES

TIPOS A/B, 100V, 50/60Hz

CONSEJOS

GENERAL

* En Japón en Agosto hace mucho, mucho, pero mucho calor. Las altas temperaturas se mezclan con la humedad haciendo que la atmósfera sea muchas veces axifisiante. Por ello, si se puede elegir otra fecha para visitar el país es más que recomendable. Si no... bueno, nosotros hemos sobrevivido, pero hay que ir preparado e hidratarse bien. Afortunadamente, hay máquinas de refrescos por todos lados. Hasta en los sitios más insospechados.

* Para viajar por el país la mejor opción es el tranposte público.